“[…] Paris el hermoso príncipe, también llamado Alejandro, iba en la vanguardia, montado en su carro de guerra, desafiando a los aqueos a que sostuvieran con él combate personal. El rey Menelao Atrida, rey de Esparta, divisó al lindo príncipe, descendiendo de su carro para atacarle a pie. Pensando que había llegado el momento de cobrar venganza, se dirigió hacia el jovenzuelo que le había hecho la terrible injuria de robarle a su esposa Helena, célebre por su belleza y por ser hija de Leda y Cisne. Vestía el Atrida, su coraza de bronce y casco empenachado de rojo, además de las armas griegas (lanza arrojadiza y espada corta).
Pero aún no había llegado el momento de la venganza para Menelao Atrida, pues cuando Paris Priámida, hermoso como un dios, lo distinguió, sintió sus miembros debilitarse del espanto y que su corazón se enturbiaba de débil inseguridad. Pálido el rostro y temeroso el ánimo, retrocedió confundido, hasta ocultarse entre sus amigos.
Se llenó de cólera el pecho del príncipe Héctor, cuando se dio cuenta de lo ocurrido e increpó a su hermano en forma insultante: ¡Qué gran miserable eres París, el más bonito entre todos, conquistador de muchachas, seductor! ¡Ojalá no hubieras nacido, o lo hubieras hecho como esos lindos jovencitos que no casan con mujeres!
Fuiste el más valiente para atreverte a viajar con tus amigos y raptar a la bella e indefensa Helena pero se te acaba el valor ante la furia de su marido. ¡Lo que te dieron los dioses en belleza, te lo quitaron en valentía! ¡Mejor llevaras faldas que tu espada!, eres el chiste de nuestros enemigos aqueos que te ven temblar y esconderte entre tus huestes. De nada sirve la belleza sin valor. Si te atrevieses a esperar a Menelao, aprenderías a qué clase de hombre le robaste la esposa. Y de nada te serviría tener los dones de Afrodita, lindos cabellos y cara hermosa, cuando rodaras por el polvo. En verdad, me extraña que los hombres de Troya todavía no te hayan dado muerte a pedradas, como a las mujeres casquivanas, por el mal que a todos nos has causado.
-No menosprecies los favores que me brindó Afrodita, Héctor- se defendió Paris-.
Te haré una proposición que sólo a mí involucra. Detén a los troyanos y pide a los aqueos que también detengan la contienda. Propongo que luchemos Menelao y yo por la hermosa Helena y las múltiples riquezas contenidas en nuestra ciudad. El vencedor se llevará ambas recompensas. Luego, juraréis paz y amistad y los griegos volverán a su patria.
Con placer, Héctor lo escuchó, adelantándose por entre los dos frentes hasta detenerse en medio de ambos ejércitos. Al verlo Agamenón Atrida, ordenó a sus guerreros detenerse.
Héctor comunicó entonces al rey Menelao la oferta que su hermano París le hacía. El rey de Esparta aceptó diciendo: -Mucho se ha sufrido por mí y por Paris. Demasiados Aqueos y Troyanos han muerto. Este es el momento en que los dos promotores de la guerra terminen con ella. En el momento en que uno de nosotros muera, los soldados habrán de separarse para cumplir lo pactado. Traed a Príamo para que certifique el juramento.
Entonces las armas descansaron, los soldados retrocedieron, y se sentaron como meros espectadores a contemplar la pelea. Estaban felices ante la esperanza de que la guerra pudiese llegar a pronto término […]
bien pedro bien!! me gusta esa fotoo q has puesto de principal! por cierto ya les he pasao el link a los demás. Y pedro, mira a ver si me organizas otro viaje igual pa los de bachiller q nos lo pasaremos mui bien y nos exaremos unas buenas risas. si lo haces acuerdat d invitar a rosa jajajaja. i a nasarre, araceli i compañia. venga Cuidat
ResponderEliminar